Hasta hace unos años —2014, para ser exacto—,
solía ser un tipo que únicamente se encargaba de pasar lo más
desapercibido posible, evitando conflictos y esquivando la posibilidad
de ser el centro de atención en cualquier ámbito de su vida. Si la
memoria no me falla, durante mi estancia en el colegio los únicos
momentos en que sentí que era el centro de atención, eran aquellos en
que debía defender la portería del equipo de mi curso en los campeonatos
de fútbol que daban puntos para las alianzas. Recuerdo aquel 2008,
cuando iba en 1° Medio y nuestro curso fue campeón del colegio, con
destacadas actuaciones de todos mis compañeros que formaron parte del
equipo, pero con un especial énfasis en mí: nadie fuera de mi curso se
imaginaba el gran portero que podía llegar a ser; sobretodo cuando
ganamos esa definición a penales contra el 3° Medio C, equipo que
contaba con jugadores de altísimo nivel, incluso uno que jugaba a nivel
amateur. Aún tengo presente aquella final contra un 4° Medio (no
recuerdo exactamente cuál letra) y las felicitaciones del Profesor José
Torres durante el partido tras una doble atajada que realicé.
Posteriormente, tras ser campeones, él mismo sería quien haría una pausa
durante la clase de historia:
—Chicos, antes de empezar la clase quisiera pedirles que nos tomaramos un minuto para... —a
esta altura ya me veía venir lo que seguía. No me gustaba ser el centro
de atención y debo haber estado rojo como tomate de la vergüenza—...para felicitar a Carlos, que es, sin duda, el mejor arquero del colegio.
Hubo
un silencio de unos cinco segundos, y de pronto todos mis compañeros me
miraban mientras aplaudían. Yo no sabía qué hacer, así que me quedé ahí
con esa cara que uno pone cuando le cantan el "Cumpleaños Feliz".
Mi
forma de ser me volvía alguien muy esquivo a todo eso. Detestaba ser el
centro de atención, y disfrutaba mucho más estando solo que con
compañía —cosa que hasta hoy me pasa. O bueno, está bien; depende totalmente de la compañía—.
Quizá era por esto último que durante aquellos 13 años de colegio
nunca, pero nunca me sentí feliz del todo. Siempre sentí que algo me
faltaba, y hasta hoy no he podido comprender qué era. Varias veces me
cuestioné que lo que me hizo falta fue una figura paterna decente, pero
no puedo excusarme con eso para catalogar mi forma de ser.
Pasaban
los años y nunca pude encontrar ese "algo" que me hacía falta. Llegó el
2006 y pude suplir esa carencia entrando al mundo de los videojuegos,
algo que se volvió casi más importante que mi propia vida. Me daba mucha
felicidad el sentir que podía hacer lo que quisiera sin que nadie me
juzgara por eso. Creo que gran parte de la felicidad que tengo hoy como
persona se debe a haber ingresado a Tibia en aquellos años. Mis amigos
más importantes los conocí gracias a ese juego, y es algo de lo que
estaré eternamente agradecido. Te mando un afectuoso saludo si alguna
vez compartiste conmigo en dicho juego.
Volviendo
al tema central de este capítulo; ese Carlos del pasado nunca se valoró
a sí mismo. Solía estar más preocupado de jugar o de aconsejar a sus
amigas que de su propia persona. Sí, era esa clase de persona que te
puede dar el mejor consejo posible ante ciertas situaciones, pero que no
aplicaba ni la mitad en su vida personal. Espero no seguir siéndolo en
la actualidad, aunque no deja de ser una posibilidad. Esta sería la
tónica que marcó mi forma de ser durante todo lo que fue la enseñanza
básica, media, y superior en la UdeC. Mala idea, pues si pasas
desapercibido en la universidad, estás condenado al fracaso. Una vez
decidido a abandonar la carrera de Ingeniería Civil Mecánica en la
Universidad de Concepción —2014 para que no te pierdas—,
tenía claro que mi primer nuevo objetivo debía ser el cambiar mi forma
de ser. Cosa que se dio tal y como esperaba, lo que me tiene realmente
satisfecho. No, mentira, igual bajaría las escaleras para comerme los
restos de pizza que quedaron, mas no lo haré porque me da pereza
levantarme de esta silla.
Comenzó
el 2015 y con ello mis clases en la Universidad San Sebastián.
Comenzaba la competencia conmigo mismo para demostrarme que podía
cambiar lo que tanto tiempo fui. Desde el primer día me propuse ser un
estudiante particiaptivo de las clases —con buenas intervenciones, claro está. Hay algunos que con cada intervención le sacan una carcajada al curso completo—,
y conseguí mi objetivo. Creo que todos los profesores que he tenido en
esta universidad tienen una visión positiva sobre mí (salvo el viejo de
mierda de Manejo Operacional, que lamentablemente me hará clases en el
2018), que es algo que me deja totalmente orgulloso por el simple hecho
de que nadie mejor que yo sabe por toda la mierda que he pasado para
llegar a este momento. Sería durante aquel 2015 que pude encontrar una
frase que describiera mi nueva personalidad: "Lo más importante es el
estilo".
Y
no me refiero a estilo con eso de la forma de vestir o de ser una
persona que se produce en exceso a la hora de salir a caminar por el
mundo. Me refiero a que lo más importante es siempre hacer las cosas con
tu propio sello. Dejar tu marca en lo que haces. Quedar en la retina de
los demás en base a tu propio esfuerzo. Sí, lo más importante es el
estilo, TU ESTILO. Obviamente te encontrarás con gente a la que le
disgustará el visualizar tu sello en cada acción que realices, pero
bueno; no se le puede dar en el gusto a todos, ¿no? Lo importante es que
al momento de tomar una decisión puedas darte un tiempo para pensar:
¿cómo puedo hacer esto para dejar mi marca?, ¿qué puedo hacer para
sorprender a esta persona?, ¿qué puedo hacer para introducirle un palo
de billar sin vaselina en el ano a aquella persona que me cae mal?,
¿cómo puedo responder con elegancia a las personas que sólo se dedican a
criticarte? Teniendo las respuestas a estas preguntas, serás una
persona digna de ser reconocida en la Academia del Estilo de Carlos. Si
te sientes bien con tu propio estilo, es razón más que suficiente para
seguirlo empleando; lo que piensen los demás puedes pasártelo por un
huevo y la mitad del otro (o un pecho y la mitad del otro, si eres
mujer).
¡Procura
hacer tus cosas con tu propio sello! ¡Lo más importante es el estilo!
Recordemos que lo importante es dejar marca en los demás (positiva o
negativa, ya depende de ti); es la clave para ser recordado una vez
caídos.
Próximo capítulo: "¡Hazlo tú mismo!"
¡Muchas gracias por leer!
¡Qué tengas una buena noche!
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