Domingo 26 de junio de 2016.
El día de hoy prometía culminar con una gran y eufórica alegría, o con un sentimiento de tristeza y desazón. Llegaba la gran final de la Copa América Centenario. Las dos mejores selecciones del continente se enfrentaban nuevamente en esta instancia decisiva. Otra página se escribiría con letras doradas en la historia de cualquiera de las dos selecciones.
La maldición de los 23 años de la Selección Argentina vs el final de los 100 años de sequía de La Roja. La pandilla del mejor del mundo contra la generación más destacada del fútbol chileno. La mejor selección del mundo contra el ímpetu de un equipo que se cansó de estar a la sombra de los demás. Un partidazo entre 2 de las selecciones más poderosas del mundo, que ningún amante del fútbol querría perderse.
Debo decir que dudé del triunfo de Chile... La expulsión de Marcelo Díaz condicionaba demasiado el partido y -por suerte- Argentina no supo aprovecharlo. La expulsión de Marcos Rojo me devolvió el ánimo y la fe en que sí se podía. Estábamos igualando en poderío a una monstruosa y temible selección como lo es la de Argentina.
Pasaban los minutos y mi corazón latía a más no poder. Podía sentir los fuertes latidos con cada llegada a cualquiera de las dos porterías. Ni hablar del error de Medel que Higuain desperdició, del remate de cabeza de Vargas que Romero contuvo, o de la espectacular tapada en un rincón imposible que Claudio Bravo desvió con la punta de los dedos. Concluyó el partido y los equipos no se hicieron daño. Todo se definiría igual que hace 1 año: lanzamientos penales.
Vidal fallaba su penal y regresaban los sentimientos que surgieron con la expulsión de Díaz. Sabía que seguía Messi y que el mejor del mundo no tenía por dónde fallar. Me equivoqué. Messi elevó su penal y lo envió al Obelisco. La tanda seguía y llegaba el turno de Beausejour. Sólo atiné a decir "Negro culiao, no te critico más, pero por favor haz el puto gol" Y lo convirtió. Lo demás es historia. El mejor del mundo explotó en llanto al ver frustrada su cuarta final con la Selección de Argentina. Chile mantenía su corona de campeón de América y sorprendía nuevamente al mundo entero.
Crecí teniendo claro que Chile nunca ganaría nada en el fútbol. Viví los fracasos de Francia 98, la no clasificación a Corea-Japón 2002 y Alemania 2006. Hasta que apareció una luz en esas selecciones sub 20 y sub 17. Nuevos nombres que daban que hablar y prometían conseguir algún logro importante. Y así fue. Estos jugadores nos han regalado 2 Copas América, algo que nunca pensé fuera posible. Y es que todo trabajo bien hecho trae consigo frutos que tarde o temprano podrás cosechar. Esta dichosa generación nos demostró que el esfuerzo y la humildad es lo que te hace grande, reconocido y, por sobre todo, un auténtico campeón.
Gracias, muchahos. Gracias por su garra, por luchar a muerte en el campo de juego defendiendo los colores de nuestra selección. Gracias por recordarnos que todo en la vida es posible cuando hay una gran cuota de esfuerzo, sacrificio, perseverancia y amor propio. Gracias por dejar claro que un chileno no le teme a nada ni a nadie.
En fin, gracias por permitirnos tener el lujo de poder decir "Yo vi a mi selección ser BICAMPEÓN de América. Y que la cuenten como quieran" y no vivir del recuerdo de títulos obtenidos en la prehistoria, como otros por ahí.
La copa dorada para la generación dorada. Eterno agradecimiento a la mejor selección chilena de la historia.
¡Muchas gracias por leer!
¡Qué tengas una buena noche!
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